Ayer he alquilado dos películas, ya vistas en el cine pero que tenía ganas de ver otra vez. “Gamer” (tráiler) y “Los sustitutos” (tráiler). No son grandes películas – son dos de mis últimas favoritas, por supuesto- pero lo interesante de ambas es el componente de crítica social que tienen.
En ambos casos, gracias una tecnología avanzada, el ser humano puede vivir unas vidas que no son la suya, algo así como jugar al “Second Life” (+info)pero más allá de la pantalla de nuestro ordenador, más allá del teclado, en la vida real.
En Gamer, la nanotecnología permite que un sujeto se conecte a la mente de otro y los controle. Ambos cerebros han sido modificados para tal efecto voluntariamente, esto es importante, se trata de decisiones voluntarias de los sujetos. Se crea una espacie de “Second Life” en vivo, en un área acotada de la ciudad, preparada con espacios de ocio de todo tipo, unos individuos cobran por servir de marionetas y otros, desde su cómodo sillón, pagan por manejar a estas marionetas, sometiéndoles a todo tipo de manipulaciones.
Por otro lado, Los sustitutos, plantea algo más cercano a las actuales investigaciones en el campo de la robótica, aunque utópico aún. En esta cinta, la robótica ha evolucionado de tal forma que permite adquirir robots de aspecto humano, pero más perfectos que un humano para que hagan las tareas cotidianas o para realizar aquellas que serían más complicadas o incluso peligrosas para un ser humano. Tal tecnología se desarrolla a partir de la investigación para que los enfermos con movilidad cero, puedan conectarse a un robot que les permitirá, a través de sensores que envían señales directas al cerebro, experimentar el mundo de una forma que, por su situación no es posible. Pero, como es habitual en nuestra sociedad, si de esto se puede sacar dinero, por que no hacerlo accesible al resto de los humanos. Se llega así a una situación en que casi nadie en las calles es ya humano.
En ambos casos, el “ser” deja de ser para convertirse en otra cosa: un máquina perfecta en una caso o un ser vivo-marioneta en otro. Quedamos relegados a un mero experimentador que experimenta el mundo y con el mundo desde la distancia. llegando a renegar de su condición humana en pos de algo que considera más perfecto. Tan desesperados estamos por alcanzar esa supuesta perfección, que incluso dejaremos que otra cosa lo sea por nosotros, con tal de que podamos experimentarlo.
Y estamos en ese camino. Actualmente, desde nuestros sillones podemos ser, y somos, lo que queramos con los juegos de rol. Estamos limitados al software, la máquina y la red pero el abanico de posibilidades es infinito y los casos de adicción y de trastornos empiezan a darse desde ya hace tiempo. Durante la jornada diaria somos “normales”, trabajamos, comemos, sufrimos, nos alegramos pero no somos más que otro vulnerable ser humano. Terminada esa jornada nos sentamos delante de nuestro ordenador o consola, y nos convertimos en guerreros, dioses, militares, alienígenas, con vastos mundos que explorar, con infinitas posibilidades y casi imparables. Pero acabado el juego, volvemos a ser “normales”. Como he dicho, para algunos es tal el trastorno que pierden la capacidad de discernir entre lo real y el videojuego, acabando en el psicólogo o, como ya se han dado casos, muertos de agotamiento, literalmente, delante de la máquina.
Por otro lado, la ciencia avanza a pasos agigantados en la conexión hombre-máquina. Prótesis casi perfectas controladas por impulsos neuronales, chips que nos permiten controlar sistemas informáticos a distancia, robots más avanzado que ambicionan parecerse a nosotros. Si metemos todo eso en la batidora, tendremos la capacidad técnica de conectarnos a máquinas vía neuronal y no creo que queden muchos años para eso.
En ese futuro no muy lejano, ¿qué tendremos pues? Los casos planteados antes, o al menos uno de ellos. Toda esa tecnología acabará siendo asequible y podremos ser esos personajes en la vida real, podremos combatir en la jungla con armas de verdad, en super-real-juegos, sin ponernos en peligro. Podremos ser un playboy cachas o una tía maciza, aunque nuestro sexo real sea otro y será todo tan impresionante que nos llegará a darnos asco estar en nuestro cuerpo real. Nuestra “first life” pasará a ser nuestra “second life”. Seremos yonkis de nuestra obsesión por ser lo que no somos y, como muchas drogas, alguno se quedará en el camino, pero la diferencia es que consideramos malas las drogas, y no las tomamos, pero no consideramos, al contrario, malo ser otra persona con mejores capacidades, así pues ni nos lo cuestionaremos, ni haremos caso a aquellos que se lo cuestionen por todos nosotros.
Nuestro propio ser se esfumará en el devenir de una evolución artificial para los que ahora somos naturales.
Buena noche.